Beato Jorge Matulaitis-Matulewicz (1871-1927)

Renovador de los Marianos

El menor de ocho niños, Jorge Matulaitis-Matulewicz nació el 13 de abril de 1871. Sus padres eran campesinos lituanos. Eran tiempos difíciles para su tierra natal, en ese entonces bajo el dominio del Zar ruso.

A la edad de 10 años, Jorge quedó huérfano. Ya en su adolescencia, contrajo una tuberculosis ósea en su pierna, que fue para él un tormento durante el resto de su vida. Seminarista

Cuando Jorge tenía 18, su tío, un profesor de lenguas clásicas en Kielce, consiguió llevarlo a Polonia. Allí pudo descubrir su vocación, y en 1891 entró en el Seminario. Luego estudió en el Seminario Mayor en Varsovia y completó sus estudios en la Academia Católica de Teología en San Petersburgo, Rusia. Obtuvo el doctorado en teología en la Universidad de Friburgo, Suiza. Fue ordenado sacerdote para la diócesis de Kielce donde enseñó Latín y Derecho Canónico en el Seminario.

Sacerdote

Para ese tiempo, Rusia acababa de perder la guerra con Japón. Un nuevo fermento social comenzaba a infiltrarse en el imperio zarista. El Papa León XIII había promulgado su Encíclica "Rerum Novarum" que exponía la inquietud social de la Iglesia. El Padre Jorge colaboró en los comienzos del movimiento católico que buscaba mejorar la condición social de los trabajadores. También fue muy activo entre los estudiantes y sus compañeros sacerdotes.

Profesor

En 1907 fue llamado para la cátedra de Sociología, que acababa de ser establecida en la Academia de San Petersburgo. Más tarde enseñó Teología Dogmática y fue nombrado vice-rector de la Academia. Se distinguió como profesor, predicador, director espiritual y confesor. Pero aún anhelaba algo más. Su corazón sacerdotal se extendía hasta las vastas estepas de Rusia donde quería salvar la vida religiosa y desde donde quería cruzar el puente entre Oriente y Occidente. A menudo pensaba con nostalgia en su parroquia natal en Mariampole y en los Marianos que allí habían servido. En 1908, había sólo un último Mariano (el Padre Vicente Sekowski) viviendo en el Monasterio de Mariampole.

Religioso

El Padre Jorge no dejaba de pensar en la idea de una comunidad religiosa moderna. Consultó, entonces, al Padre Vicente sobre la posibilidad de darle nueva vida a la Orden de los Marianos. En 1909, luego de orar, reflexionar y consultar, viajó a Roma con cartas de recomendación y con la autorización para hablar en nombre de los Marianos. Pío X le dio su aprobación personal, lo animó a llevar a cabo la tarea, y le dio la bendición. Se le permitió hacer la profesión religiosa sin el requisito del noviciado. Profesó, entonces, en la capilla privada del Obispo Auxiliar de Varsovia con el Padre Vicente como testigo.

Fueron redactadas unas nuevas Constituciones marianas, adaptadas a las necesidades de la época. El hábito blanco de los Marianos fue suprimido. Los votos solemnes fueron cambiados por los votos simples. Todos estos cambios fueron aprobados por el Papa Pío X el 15 de septiembre de 1910.

Mientras tanto, aún en la Academia de San Petersburgo, el Padre Jorge formó, secretamente, el noviciado mariano con tres novicios bajo su dirección y supervisión. El Padre Vicente murió el 10 de abril de 1911. Este naciente núcleo de marianos eligió al Padre Jorge como Superior. Para que esta Comunidad mariana pudiera funcionar y crecer en libertad, el Padre Jorge renunció a todas sus obligaciones en la Academia y trasladó a los marianos a Suiza.

En 1913, el Padre Jorge estableció la primera Casa mariana en Chicago. En 1915 fundó una Casa religiosa mariana y un noviciado en Bielany, un suburbio de Varsovia, Polonia. En la primavera de 1918 reabrió el Monasterio Mariano en Mariampole, Lituania, con un noviciado propio.

Además de ser el responsable de la renovación de la Orden Mariana, revisó las Constituciones de varias comunidades religiosas. En Lituania, fundó la congregación de las Hermanas de la Inmaculada Concepción, y, en Bielorrusia, las Hermanas Siervas de Jesús en la Eucaristía.

Arzobispo

El Papa Benedicto XV nombró al Padre Jorge Obispo de Vilna, Lituania, el 23 de octubre de 1918. La situación, luego de la Primera Guerra Mundial, era caótica y políticamente candente. Entre tensiones y "lealtades", convivían el Consejo Nacional (lituano), el Consejo Militar (alemán), el Comité Polaco, el Comité de Trabajadores, y el antiguo Consejo Zarista. Fue en una ciudad en estas condiciones donde el Obispo Jorge ingresó el 8 de diciembre de 1918 para comenzar sus servicios como pastor.

Con los ojos y el corazón bien abiertos, se refirió al desafío ya en su primer discurso: "Siguiendo el ejemplo de Cristo, los abrazo a todos ustedes. Estoy listo para morir por la verdad. Deseo ser para todos ustedes un verdadero Padre, Pastor, Imitador de Cristo. Mi campo de trabajo es el Reino de Cristo, la Iglesia, y mi 'partido' es Cristo". Las palabras de San Pablo: "Vencer el mal con el bien" fueron grabadas en su escudo episcopal. A pesar de esto, fue atacado desde todos los sectores, por todas las facciones.

El clima político en la zona era peligroso. Entre 1918 y 1922, Vilna cambió ocho veces de manos, perteneciendo por momentos a Polonia, Lituania y a la Rusia bolchevique. Ante cada cambio en el mando, el Obispo Jorge defendió los derechos de la Iglesia y la libertad de todos los ciudadanos, sin importar la nacionalidad de origen.

Por pedido personal, el Santo Padre lo relevó de sus obligaciones como Obispo de Vilna el 14 de julio de 1925.

El 1 de septiembre, Pío XI lo elevó al cargo de Arzobispo Titular, y en diciembre lo nombró Visitados Apostólico de Lituania para reestablecer la armonía entre el estado y la Santa Sede. Durante tres meses trabajó en el proyecto de una nueva provincia eclesiástica establecida por la Constitución Apostólica "Lituanorum Gente" del 4 de abril de 1926. Antes de morir, el 27 de enero de 1927, había preparado el terreno para el Concordato que fue firmado el 17 de septiembre de 1927.

Fue beatificado en Roma por el Papa Juan Pablo II el 28 de junio de 1987.

Pidamos la intercesión del Beato Jorge. Aquí, unas oraciones sugeridas:

Oración para obtener una gracia especial por la intercesión del Beato Jorge
Oh Dios, nuestro Señor y nuestro Padre, Tú nos rodeas siempre con Tus cuidados; recibe nuestra humilde súplica, y por la intercesión del Beato Jorge, que sufrió tanto por Tu gloria y por el crecimiento de Tu Reino aquí en la tierra, concédeme la gracia que con confianza Te pido, prometiendo vivir de ahora en adelante con mayor fidelidad Tus Mandamientos.
Amen.
Padrenuestro... Avemaría... Gloria.

Con aprobación eclesiástica
Oración
Oh Dios, Tú que inflamaste el corazón del Beato Jorge con un amor ardiente por Cristo y por la Iglesia, concédenos, te rogamos, que por su ejemplo y por medio de su intercesión, permanezcamos incansables en el seguimiento de Cristo y en la construcción de Su Cuerpo Místico. Por Jesucristo nuestro Señor. Amen.

Nota:

Se recomienda que esta oración, recitada por una intención particular, vaya acompañada por la confesión y la Santa comunión.

Cualquier información sobre una curación u otras gracias recibidas de Dios por la intercesión del Beato Jorge, o bien los pedidos de biografías y oraciones o cualquier otra correspondencia, envíese a la siguiente dirección:

Vice Postulador de las Causas de Canonización de los Marianos
Marianos de la Inmaculada Concepción
Eden Hill
Stockbridge, MA 01262

Del Diario Espiritual del Beato Jorge, Arzobispo

(1º Parte: San Petersburgo 1910-1911)

Mi lema sea: buscar a Dios en todas las cosas, hacer todo para la mayor gloria de Dios, llevar el Espíritu de Dios a todas las cosas y llenarlas con Él. Dios y su Gloria sean el centro de mi vida, el eje alrededor del cual giren todos mis pensamientos, mis sentimientos, mis des­eos y mis acciones.

Beso la mano de Tu providencia, me entrego enteramente a tus planes. Oh Padre Celestial, haz de mí lo que quieras. Te agrada conducirme por maravillosos caminos, Señor. ¡He aquí tu siervo! ¡Envíame donde quieras! Me lanzo como un niño en tus brazos, llévame. Si quieres guiarme por los caminos de las fatigas, sufrimientos y opresiones, yo te lo agradezco mucho. Creo que andando por este camino no me perderé fácilmente, porque éste es el camino por el cual anduvo mi Redentor Jesucristo. Concédeme, oh Señor, que renunciando más y más a mí mismo, pueda amarte a Ti más y más. Dame fuerza y coraje a fin de que por la exaltación de tu nombre y por la expansión de tu Iglesia, yo no me deje doblar por ningún impedimento y no me deje abatir nunca por las dificultades que puedan surgir; sino que esté lleno de tu Espíritu y pueda llevarlo a todas partes.

Es nuestro deber ir donde podamos ganar más para Dios, donde podamos salvar más almas, es decir, a aquellos lugares donde abunden el ateísmo, la tibieza, la inmoralidad y la apostasía. Necesitamos penetrar dondequiera que algo pueda ser ganado para Cristo y la Iglesia. Si una puerta se cierra, abramos otra, de manera que pueda entrar la luz.

¡Oh, amadísima Iglesia Santa de Dios, verdadero Reino de Cristo en la tierra! ¡Si me olvido de ti que se me paralice la mano derecha, que se me pegue la lengua al paladar si no te recuerdo, si no te estimo, mi amadísima Madre, más que a todas mis alegrías! ¡Que esta exclamación sea el grito incesante de mi corazón! Si puedo pedírtelo, concédeme Señor que en Tu Iglesia yo sea como un simple trapo que, cuando se gasta, es lanzado a algún lugar en un rincón oscuro. Que yo sea usado y gastado de la misma forma, con tal que un pequeño rincón de Tu Iglesia quede limpio, con tal de que Tu Casa esté un poco más ordenada e iluminada. Concédeme que yo sea despreciado, usado y gastado si así Tu Gloria crece y se propaga, si así yo puedo colaborar al crecimiento de Tu Iglesia. Concédeme que yo sea capaz de trabajar y sufrir por Ti, Tu Santa Iglesia y su Cabeza visible, el Santo Padre.

Concédenos, oh Señor, la gracia de vernos dominados por este pensamiento: soportar las cargas, pruebas y tribulaciones de la Iglesia; no esperar nada de este mundo; no buscar ni esperar ninguna ganancia personal; sino que nuestra vida se consagre a Dios y a la Iglesia y se consuma en las cargas y tribulaciones de la misma, sin temer a los obstáculos creados por el mundo y sus poderes, y no se transforme en una vida necia sino en una vida que nos lleve valientemente a la acción y a la pelea por la Iglesia dondequiera que urja la mayor necesidad, o sea, donde la autoridad civil persiga a la Iglesia, donde la vida religiosa, las sociedades y las instituciones eclesiales se vean obstaculizadas.

Que temamos sólo una cosa: morir sin haber sufrido o trabajado duramente o ganado algo para la Iglesia, la salvación de las almas y la mayor Gloria de Dios. Que nuestros pensamientos y deseos tengan siempre esta meta: ¡Llevar a Cristo y a Su Espíritu a todas partes y en todas las cosas, y glorificar por doquier el nombre de la Iglesia!

Te agradezco, oh Señor, por haberme concedido estos extraordinarios sentimientos hacia la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María. ¡Cuán dulce es caer a sus pies y sumergirme en la oración! Impregnada por los más dulces sentimientos, mi alma desvanece, y mi cuerpo es inundado por un temblor maravilloso, incomprensible, inexpresable. Es como el sentimiento que tengo cuando aprieto Tu Santa Cruz contra mi corazón.