La Patrona titular de la Congregación es la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, a quien los Marianos mostramos especial veneración, filial amor y devoción. Ella es nuestra Reina y Señora, nuestra poderosísima Auxiliadora y amantísima Madre.
A través de ella vamos a Jesús, la invocamos con frecuencia en nuestras oraciones diarias. Abogamos a ella en todas nuestras necesidades, ponemos toda nuestra confianza en ella y tratamos de imitar sus virtudes.
El misterio de su Inmaculada Concepción es —y lo ha sido desde el comienzo de la Congregación— signo, fuerza y alegría particular de la vocación Mariana. Por este misterio, María nos exhorta a confiar en la fecundidad ilimitada de la obra de la redención, a evitar todo pecado, incluso el más pequeño, a tener en la más alta estima la pureza de corazón, a impregnar la vida plenamente de la gracia y de la caridad divina, y a fortalecer a la Iglesia en la unidad "para que sea santa e inmaculada" (Ef 5, 27).