¿Qué vas a hacer durante la Cuaresma este año? Este año el Miércoles de Ceniza es el 14 de febrero, es decir, el comienzo de nuestro camino cuaresmal. A muchos de nosotros nos vienen a la mente los tres aspectos de la oración, el ayuno y la limosna. Este año, en la medida en que muchos de nosotros compartimos la espiritualidad de los Padres Marianos, mi recomendación es centrarnos en la limosna. En muchos sentidos, la limosna es el elemento más estrechamente vinculado a las obras de misericordia y a la espiritualidad de los Padres Marianos. La lectura del Evangelio del lunes de la segunda semana de Cuaresma (26 de febrero), resalta indirectamente la relación entre misericordia y limosna.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den y se les dará: recibirán una medida buena, bien sacudida, apretada y rebosante en los pliegues de su túnica. Porque con la misma medida con que midan, serán medidos (Lucas 6, 36-38)”.
¿Cuál es la esencia de este Evangelio? Cristo dice: “¡Sean misericordiosos…!” Este Evangelio se nos da en el tiempo de Cuaresma porque nos ayuda a comprender la limosna y la misericordia. La limosna proviene de la palabra griega eleemosune, que tiene la connotación de “misericordia” en el idioma griego. La limosna es cualquier favor material hecho para ayudar al necesitado y motivado por la caridad. El Evangelio del segundo lunes de Cuaresma nos ayuda a centrarnos en dos cosas: 1) cómo ser misericordiosos y 2) por qué debemos ser misericordiosos.
Cristo nos dice cómo ser misericordiosos. Él dice: “Deja de juzgar y no serás juzgado. Deja de condenar y no serás condenado.” En lugar de un juicio severo, Cristo quiere que nuestros corazones estén con nuestros vecinos con compasión y preocupación cuando encontramos pecado entre ellos. Cristo nos exhorta a buscar, buscar y encontrar el bien en nuestro prójimo. Esto no es fácil. A menudo, es mucho más fácil encontrar fallas en nuestros vecinos que ponerles excusas. Muchas veces no sabemos por lo que está pasando otra persona. No sabemos si esa persona que acaba de cortarnos el tráfico se apresura al hospital.
Otra forma en que Cristo nos enseña cómo ser misericordiosos es cuando dice: “Perdona, y serás perdonado.” Perdona, y serás perdonado. Si Cristo perdona tan fácilmente nuestros pecados cuando acudimos a Él en el sacramento de la reconciliación, ¿cuánto más deberíamos extender este mismo perdón a nuestro prójimo? El perdón tampoco es fácil. ¿Hay personas en mi vida que me hicieron daño hace un año, o incluso en mi infancia, a las que no he perdonado? ¿Están en mi vida personas a las que he perdonado, pero no del todo? Cristo nos está invitando a perdonar esta temporada de Cuaresma para que nosotros también podamos encontrar sanación en el proceso.
Después de que Cristo nos exhorta a no juzgar, no condenar, sino ofrecer perdón, Cristo nos dice por qué debemos ser misericordiosos. Nuestro Señor dice: “Den y se les dará.” ¿Por qué deberíamos ser misericordiosos? ¡Porque algo recibiremos! Cuando damos a otros por caridad, recibimos regalos. Cristo dice “Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente… de cierto os digo que no perderá su recompensa (Mateo 10,42).” ¡Cristo promete regalos invaluables! A veces estos dones son físicos, a veces son espirituales. Podemos regalar a los demás una sonrisa, una palabra amable, nuestro tiempo, talento y tesoro. Podemos considerar cualquiera de estas obras de misericordia como una limosna en esta temporada de Cuaresma.
Cristo nos dice cómo y por qué podemos ser misericordiosos en esta Cuaresma. Podemos ser misericordiosos no juzgando o condenando, sino ofreciendo perdón. Cuando somos misericordiosos, se nos darán regalos y “la misma medida con que midan, serán medidos.” Recordemos las palabras de Cristo: “Den y se les dará.” Que María, Madre de Misericordia, nos ayude a ser misericordiosos en este tiempo de Cuaresma.