
La más completa revelación puede encontrarse en el (Diario, 699): Hija Mía, habla al mundo entero de la inconcebible misericordia Mía. Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores.Ese día están abiertas las entrañas de Mi misericordia.Derramo todo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de Mi misericordia.
El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. En ese día están abiertas todas las compuertas divinas a través de las cuales fluyen las gracias. Que ningún alma tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata. Mi misericordia es tan grande que en toda la eternidad no la penetrará ningún intelecto humano ni angélico. Todo lo que existe ha salido de las entrañas de Mi misericordia. Cada alma respecto a mí, por toda la eternidad meditará Mi amor y Mi misericordia.
La Fiesta de la Misericordia ha salido de Mis entrañas, deseo que se celebre solemnemente el primer domingo después de Pascua. La humanidad no conocerá paz hasta que no se dirija a la Fuente de Mi misericordia.
El deseo explícito de nuestro Señor es que esta fiesta se celebre el primer domingo después de la Pascua. "El primer domingo después de Pascua" designado en la "Liturgia de las Horas y la celebración Eucarística" como la "Octava de Pascua," fue nombrado oficialmente como Segundo Domingo de Pascua después de la reforma Litúrgica del Vaticano II.
Ahora por decreto de la Congregación del Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos, el nombre de este día Litúrgico ha sido modificado a "Segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia."
El Papa San Juan Pablo II dijo en su homilía durante la canonización de Santa Faustina, el 30 de abril del 2000. Ese día declaró: "Así pues, es importante que acojamos íntegramente el mensaje que nos trasmite la Palabra de Dios en este Segundo Domingo de Pascua, que a partir de ahora en toda la Iglesia se designará con el nombre de Domingo de la Divina Misericordia."
Con las palabras "que acojamos íntegramente el mensaje," el Santo Padre se refería a la relación estrecha entre el Misterio Pascual de la Redención ??" la Pasión, la Muerte, la Resurrección y la Asunción de Cristo seguido por el envío del Espíritu Santo y la Fiesta de la Divina Misericordia en la Octava de Pascua. El Santo Padre también dijo al recitar el Salmo Responsorial de la Liturgia. "Den gracias al Señor porque Él es bueno, porque es eterna Su misericordia." Así canta la Iglesia en la Octava de Pascua, casi recogiendo de labios de Cristo estas palabras del Salmo que en el Cenáculo da el gran anuncio de la Divina Misericordia y confía Su ministerio a los Apóstoles: "Paz a ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envió yo. Reciban el Espíritu Santo; a quienes se los retenga les quedan retenidos" (Juan 20, 21-23).
Lo que el Santo Padre continúa diciendo aclara por qué Jesús insiste en que la imagen Sagrada de Él Mismo como la Divina Misericordia debe ser venerada en todo el mundo en conexión con la observancia de este Domingo (Diario 49, 88, 299, 341, 570, 7420). Su Santidad dijo: "Antes de pronunciar estas palabras, Jesús muestra Sus manos y Su costado, es decir, señala las heridas de la Pasión, sobre todo la herida de Su corazón, fuente de la que brota la gran ola de misericordia que se derrama sobre la humanidad. De ese corazón Sor Faustina Kowalska, que a partir de ahora llamaremos Santa, verá salir dos haces de luz que iluminan el mundo: los dos rayos, le explicó Jesús Mismo, significan la Sangre y el Agua (Diario, 299). ¡Sangre y agua! Nuestro pensamiento va al testimonio del evangelista San Juan, quien, cuando un soldado traspasó con su lanza el costado de Cristo en el Calvario, vio salir "sangre y agua" (Juan 19, 34). Y si la sangre evoca el sacrificio de la cruz y el don Eucarístico, el agua, en la simbología joánica, no sólo recuerda bautismo, sino también el don del Espíritu Santo (Juan 3, 5, 4, 14, 7, 37, 39).
De esta enseñanza del Santo Padre, en ocasión solemne al "proponer a toda la Iglesia, como don de Dios a nuestro tiempo, la vida y el testimonio de Sor Faustina Kowalska" podemos deducir que el momento más oportuno, el más acertado, para honrar solemnemente la Divina Misericordia es inmediatamente después de Pascua de Resurrección y recordar que Cristo obtuvo nuestra redención.
No es de extrañarse, que durante su peregrinación a la tumba de Santa Faustina el 7 de junio de 1997, San Juan Pablo II declaró: "Doy gracias a la Divina Misericordia que se me ha permitido contribuir personalmente al cumplimiento de la voluntad de Cristo a través la institución de la Fiesta de la Divina Misericordia." Era refiriéndose a su aprobación para el Domingo de la Misericordia que se celebra en toda Polonia; Ahora está siendo celebrada como una fiesta universal en toda la Iglesia.
Veneración de la imagen
La imagen de Jesús, la Divina Misericordia, debe tener un lugar de honor en la Fiesta de la Misericordia, ya que es un recordatorio visible de todo lo que Jesús hizo por nosotros a través de Su Pasión, Muerte y Resurrección. Además, es una gran invitación para renovarnos y cambiar de vida, lo cual se basa en dos cosas: la confianza en Jesús y practicar la misericordia con los demás: Quiero que la imagen sea bendecida solemnemente el primer domingo después de Pascua y que se la venere públicamente para que cada alma pueda saber de ella (Diario, 341).
Una especial promesa de misericordia
La promesa de nuestro Señor de conceder el perdón total de los pecados y los castigos en la Fiesta de la Misericordia, está documentada tres veces en el Diario de Santa Maria Faustina Kowalska. Cada referencia es un poco distinta: Deseo conceder el perdón total a las almas que se acerquen a la confesión y reciban la Santa Comunión el día de la Fiesta de Mi Misericordia (Diario, 1109). Quien se acerque ese día a la Fuente de Vida, recibirá el perdón total de las culpas y de las penas (Diario, 300). El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas (Diario, 699).
Oración para obtener la Divina Misericordia
¡Oh Dios de gran misericordia! bondad infinita, hoy toda la humanidad clama, desde el abismo de su miseria, a Tu misericordia, a Tu compasión, oh Dios; y grita con la potente voz de la miseria. Dios indulgente, no rechaces la oración de los desterrados de esta tierra. Oh Señor, bondad inconcebible que conoces perfectamente nuestra miseria y sabes que por nuestras propias fuerzas no podemos ascender hasta Ti, Te imploramos, anticípanos Tu gracia y multiplica incesantemente Tu misericordia en nosotros para que cumplamos fielmente Tu santa voluntad a lo largo de nuestras vidas y a la hora de la muerte. Que la omnipotencia de Tu misericordia nos proteja de las flechas de los enemigos de nuestra salvación, para que, con confianza, como Tus hijos, esperemos Tu última venida, ese día que conoces sólo Tú. Y a pesar de toda nuestra miseria, esperamos recibir todo lo que Jesús nos ha prometido, porque Jesús es nuestra esperanza; a través de Su Corazón misericordioso, como a través de una puerta abierta, entramos en el cielo (Diario de Santa Faustina, 1570).