El regalo de Navidad

La Navidad es la fiesta del nacimiento de Dios en la familia humana. El Creador asumió la naturaleza de una criatura, se hizo uno de nosotros y habitó entre nosotros. Esto habría sonado chocante para quienes vivieron antes de la Encarnación, y sigue sonando asombroso para quienes llegan a creerlo por primera vez. 

La Navidad es un tiempo de cercanía divina, de disolución y desaparición de la separación entre Dios y el hombre. La Navidad es un tiempo de gracia y misericordia especiales, de acceso especial a la Luz del mundo, del Amor que creó las estrellas y la Estrella de Belén. Es la celebración del Dios que hizo el mundo y aceptó tener manos que ni siquiera podían salir del pesebre, porque estaba envuelto en pañales.

Dios aceptó la impotencia por nosotros. Aceptó la insondable cercanía y proximidad por nosotros. Durante nueve meses, Dios había estado viviendo en el vientre de María, experimentando todo el crecimiento y maduración normales de cualquier miembro de la familia humana. Y la Navidad es la fiesta de Su entrada al mundo más amplio, ¡pero qué entrada! Una familia desarraigada de su hogar para participar en un censo realizado por los opresores romanos; San José, miembro de la casa real de David, pero sin absolutamente ningún poder o privilegio terrenal como resultado de esa sangre real; María, una mujer que estuvo muy cerca de perder a su esposo terrenal como resultado de su embarazo único; una Sagrada Familia cuyo primer hogar juntos es un lugar para tener animales, donde María debe dar a luz. 

La sombra de la cruz se proyecta sobre la vida terrena de Cristo desde los primeros momentos, pero Él la eligió, la aceptó, para que la luz de su divinidad pudiera entrar en la historia humana desde los primeros momentos de nuestra existencia (cf. Catecismo, 460). Él vino para que tuviéramos vida. Él vino para que tuviéramos gracia. Él vino para que todos pudiéramos ser salvados. 

Y el culmen de esa unión, como nos dice el padre Chris Alar, MIC, llega en la Misa. Todos los demás sacramentos tienen su lugar natural en la Liturgia de la Iglesia, en nuestra participación terrenal en el culto celestial. Toda la gracia de Dios nos llega a través de Jesús, y Jesús llega a nosotros de manera más plena y completa en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía, fuente y cumbre de nuestra fe (Catecismo, 1324). 

Así que el mayor regalo que podemos dar a alguien es la Eucaristía, es Jesús mismo, especialmente en el contexto de la Misa. 

Cada Misa es, en cierto sentido, una pequeña Navidad: cada iglesia parroquial es un “Belén”, una Casa del Pan. En cada misa, Jesús, el Pan del Cielo, se entrega para la vida de la parroquia y del mundo. La mayoría de las parroquias tienen imágenes de José y María a ambos lados del altar principal, el pesebre espiritual donde se consagra el Pan del Cielo y del que se extrae para la vida del mundo. Las luces del tabernáculo cuelgan como pequeñas estrellas de Belén, mostrándonos el camino hacia el Niño Jesús, hacia el Pan del Cielo. Nosotros, los más pequeños y los más grandes de este mundo, los pastores y los Reyes Magos, nos reunimos todos alrededor de estos pesebres, estos altares, en los Belenes de nuestras iglesias en todo el mundo. 

¡Feliz Navidad!

 

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El inicio de un nuevo año es una ocasión propicia para explorar el camino de la santidad. Por eso, meditaremos en cómo podemos avanzar por la senda de la santidad este año y cómo podemos valernos del amor y la sabiduría del Espíritu Santo para seguir esta senda.

¿Y el ejercicio espiritual? Si la fortaleza del organismo y la energía física son importantes, ¿cómo no va ser vital que sigamos trabajando para robustecer la fe y la vida espiritual? Conforme crece nuestra fe, adquirimos una mayor capacidad de perdonar y de mantener la paz, aparte de que una fe robusta y dinámica conduce a una mayor valentía y confianza en Dios.

La palabra "epifania" significa manifestación y, alternativamente, una visión o revelación repentina. Sin duda, ambas definiciones se aplicarian a los acontecimientos que giraron en torno a ese humilde pesebre hace más de 2,000 años.