Comenzamos el Año Nuevo con la Madre de Dios y Madre de la Paz

Por Chris Sparks

¡Feliz Año Nuevo! Cada año, el 1 de enero es una solemnidad en la Iglesia Católica, lo que convierte el día de Año Nuevo en un día de precepto. Es apropiado que comencemos el Año Nuevo “bajo el manto” de la Madre de Dios, porque ciertamente necesitamos su intercesión en este valle de lágrimas. De hecho, tenemos pocas esperanzas sin ella.

Madre de la Iglesia
Porque la Madre de Dios es también Madre de la Iglesia, y la Iglesia es la gran arca del nuevo Noé, de Jesucristo. Esta gran nave se lanza en los mares tempestuosos de un mundo caído y está diseñada para rescatar a los náufragos del naufragio universal de la caída de la humanidad y llevarnos a todos a casa, al reino de los cielos. Sin María no existe barco, pues como diría Santa Madre Teresa de Calcuta: “Sin María no hay Jesús.”

María es importante
Por eso María es importante de una manera grande y fundamental. Y todas las maneras en que Nuestra Señora es importante para nosotros se basan en el hecho de que ella es la Madre de Dios. Ella es la Inmaculada Concepción porque Dios eligió prepararla para su gran papel en la historia de la salvación. Ella es el Arca de la Alianza, la Puerta del Cielo y la Casa de Dios porque le dio a Jesús la misma sangre que es la sangre de la nueva y eterna alianza (ver Mt 26:28; Mc 14:24), dio a luz a Aquel cuya presencia misma es el Cielo, y sirvió como la primera morada en la tierra para Dios Encarnado, el Príncipe de la Paz.

De hecho, por ser Madre del divino Príncipe de la Paz, el 1 de enero es también la Jornada Mundial de la Paz en la Iglesia. En este día, instituido por el beato Papa Pablo VI, la Iglesia reza por la paz. El Magisterio recuerda a los fieles y al mundo las verdades necesarias para instaurar un orden justo en el mundo, obra de la Nueva Evangelización que promueve una cultura de la vida que conduce a una civilización del amor.

Parte integrante
“Lo hacemos -explicaba el beato Pablo VI en su mensaje de 1968 para la primera Jornada Mundial de la Paz- porque la paz forma parte integrante de la religión cristiana, pues para un cristiano anunciar la paz es lo mismo que anunciar a Jesucristo: “Él es nuestra paz” (Ef 2, 14) y su buena noticia es “el Evangelio de la paz” (Ef 6, 15). Mediante su sacrificio en la cruz realizó la reconciliación universal, y nosotros, sus seguidores, estamos llamados a ser "constructores de paz” (Mt 5, 9). En definitiva, sólo del Evangelio puede brotar la verdadera paz.” Y de Nuestra Señora, la Madre de Dios, brota el Príncipe de la Paz, cuya venida es la Buena Noticia del Evangelio. De Nuestra Señora, pues, viene la paz. 

Este es un mensaje que se reiteró en Fátima, Portugal, hace 108 años. El 13 de julio de 1917, Nuestra Señora dijo: “Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hacéis lo que os digo, muchas almas se salvarán y habrá paz.” También dijo ese día: “Continuad rezando el Rosario todos los días en honor a Nuestra Señora del Rosario, para obtener la paz del mundo y el fin de la guerra, porque sólo Ella puede lograrlo.”

Resoluciones
¡Hagamos algunas resoluciones de Año Nuevo en honor a las apariciones de Nuestra Señora del Rosario! Hagamos nuestra consagración a Jesús por medio de María este año, o si ya hemos hecho nuestra consagración, renovémosla. También pongámonos como meta rezar el Santo Rosario diariamente en honor a Nuestra Señora del Rosario, con la intención especial de que haya paz en el mundo. 

La paz vendrá a través de la Madre de Dios. Así lo ha prometido, y su palabra es fidedigna y verdadera. Dirijámonos a la Madre de Dios, la Madre de todos nosotros, y pidámosle la paz en nuestros hogares, en nuestros corazones y en el mundo entero.

¡Feliz Año Nuevo!

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El inicio de un nuevo año es una ocasión propicia para explorar el camino de la santidad. Por eso, meditaremos en cómo podemos avanzar por la senda de la santidad este año y cómo podemos valernos del amor y la sabiduría del Espíritu Santo para seguir esta senda.

¿Y el ejercicio espiritual? Si la fortaleza del organismo y la energía física son importantes, ¿cómo no va ser vital que sigamos trabajando para robustecer la fe y la vida espiritual? Conforme crece nuestra fe, adquirimos una mayor capacidad de perdonar y de mantener la paz, aparte de que una fe robusta y dinámica conduce a una mayor valentía y confianza en Dios.

La Navidad es un tiempo de cercanía divina, de disolución y desaparición de la separación entre Dios y el hombre. La Navidad es un tiempo de gracia y misericordia especiales, de acceso especial a la Luz del mundo, del Amor que creó las estrellas y la Estrella de Belén.