¿Por qué vas a Misa?


¿Has pensado, hermano, por qué vas a Misa? Tal vez sea porque creciste yendo a Misa y no piensas en dejar de hacerlo. Quizás lo haces porque quieres dar un buen ejemplo a tus hijos. O a lo mejor buscas alguna ayuda de Dios, paz o curación para algún mal. O tal vez no estás seguro de por qué lo haces... pero sigues yendo.

Sea cual sea la razón, la realidad es que Dios, que es todo amor y que es tu Padre compasivo y misericordioso, es quien te está llevando a Misa. Sí, es cierto. Dios quiere ayudarte a aprovechar al máximo el tiempo que pasas en su presencia, de modo que la manera como respondas a la pregunta de por qué vas a Misa puede servirte de trampolín para analizar por qué el hecho de ir Misa es tan vital para tu salud y tu bienestar espiritual.

Encontrarse con Dios. Una de las razones por las cuales vamos a Misa es para encontrarnos con Dios. ¿Parece esto algo misterioso? No lo es, en realidad, porque de hecho Dios está en todas partes, pero lo encontramos de un modo especial desde el momento en que entramos en la iglesia. Esa es la razón por la cual nos persignamos con agua bendita y hacemos una reverencia ante el Sagrario, porque allí está Jesucristo siempre presente en el Santísimo Sacramento.

Ahora bien, medita en los siguientes pensamientos mientras permaneces en la presencia de Dios:

• Tú eres un hijo o hija a quien Dios Padre ama sin reservas.

• Dios quiere que lo conozcas a Él y que sepas que Él te ama. Cuando contemplas el crucifijo, recuerda que Jesús te ama tanto que estuvo dispuesto a dejar su trono en el cielo para encarnarse y hacerse una persona tal como tú. Lo hizo para pagar el precio de todos tus pecados. Cristo hace posible que tú tengas una vida plena ahora mismo y te promete que puedes vivir con Él para siempre.

Recibir de Dios. En Misa, tú tienes la oportunidad y el privilegio de recibir mucho de Dios, que creó todas las cosas y que te dio la vida. Su más grande deseo es que recibas su amor infinito, su tierna misericordia y su vida misma. Esto es lo que sucede en la Santa Misa. A continuación, citamos algunos de los momentos más importantes:
Recibe el perdón. Al principio de la Misa, el sacerdote dice: "Reconozcamos nuestros pecados." Dios conoce perfectamente los pecados que tú has cometido, pero te ama de todos modos. Por eso, le puedes pedir perdón por tus faltas y errores tan pronto como te acuerdes de ellos. Y cuando el sacerdote dice "Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna", recuerda que la misericordia de Jesús no tiene límites, recuerda la necesidad del Sacramento de la Confesión, o Reconciliación, especialmente si tienes faltas graves que confesar, a fin de que recibas el perdón y la absolución de tus culpas.

Recibe la Palabra de Dios. Dios quiere hablarte personalmente a través de la Sagrada Escritura. Los pasajes bíblicos que se leen en Misa son palabras de Dios, de manera que cuando las escuchas, lo que oyes es la voz de Dios que te habla. Al escuchar una lectura, tal vez haya algo que te llegue al corazón; si es así, recíbelo como un mensaje personal de Dios para ti.

Recibe a Jesús en la Sagrada Eucaristía. Cuando comulgas, recibes a Jesús, el Pan de Vida. La Sagrada Hostia no es un pedazo de pan cualquiera; ¡es Jesús que caminó sobre la tierra; Jesús que murió y resucitó y que ahora está vivo! Jesús nos dice, en Juan 6, que su carne es comida verdadera y su sangre bebida verdadera. Por eso, cuando lo recibes, recibes su propia vida. Este es el momento de compartir con Cristo aquello que te preocupa, lo que te alegra y lo que te entristece.

Recibe la paz de Cristo. ¿Estás buscando cómo y dónde recibir paz en tu vida? Cualesquiera que sean las preocupaciones, temores o inquietudes que te quiten la calma -ya sea en cuanto a una amistad, aprietos financieros, desencantos o cualquier otra inquietud que haya en tu vida o en la de un ser querido- se los puedes entregar a Jesús. Luego, con el corazón abierto, pídele que te llene de su paz.

Recibe la bendición final. En la bendición final, Dios te concede fortaleza para la semana siguiente. Por eso, no salgas antes de recibir las gracias que Dios quiere darte en la bendición y las oraciones finales de la Misa.
Darle algo a Dios. Piensa en lo que significa darle un regalo especial a un ser amado, e imagínate cómo es su reacción. Cuando tú le das tus ofrendas a Dios, Él también se llena de gozo.

Dale tu corazón. El mejor regalo que puedes darle a Dios es tu corazón, y esto lo puedes hacer en cualquier momento durante la Misa, pues este es un tiempo valiosísimo e íntimo que pasas con tu Padre celestial. Pero hazlo en forma sencilla, por ejemplo, diciendo en voz baja: "Dios mío, te amo y quiero entregarte mi vida."
Dale gracias y alabanza. A veces cuesta ser agradecido y más aún cuando hay tantos problemas y dificultades en la vida. Pero ¿se te ocurren algunas cosas por las cuales puedes dar gracias? Puede ser por la familia, la salud, el trabajo o simplemente por un día hermoso. Además, dale gracias y alaba a Dios por encontrarse contigo en la Santa Misa y escuchar tus oraciones.

Dale una ofrenda. Cuando venimos a Misa, tenemos la oportunidad de ofrecerle a Dios nuestros sufrimientos y problemas. Por eso, mientras el sacerdote eleva el pan y el vino, tú también puedes ofrecerle tus pesares a Dios, diciendo: "Jesús, Señor mío, te ofrezco..." Puede ser un problema de trabajo, obstáculos matrimoniales, la dificultad de perdonar u otra cosa. No hay nada que sea demasiado pequeño ni demasiado grande para ofrecerlo en Misa, y Dios siempre puede transformarlo en algo bueno. Y desde la misma situación.

Disfruta de la compañía de los demás. Dios también quiere que disfrutemos de la compañía de sus otros hijos, los demás feligreses. ¿Te parece que no conoces a la mayoría de los fieles de tu parroquia? En cierta forma, nuestra fe es personal, y Dios nos ama como personas individuales; pero, al mismo tiempo, nuestra fe ha de ser compartida con nuestros hermanos, a fin de conocerlos y entablar amistades con ellos. Por eso, al final de la Misa, date un poco de tiempo para saludar a quienes no conoces. De esta forma estarás apoyando a otros y ellos te apoyarán a ti, y ¿quién sabe qué cosas buenas puedan resultar de esos nuevos encuentros?

No dejes a Dios en la iglesia. Al final de la Misa, el sacerdote despide a los fieles y los envía a amar y servir a Dios y a los demás durante la semana. Una manera de hacerlo es invitar a algún vecino o amigo a venir a Misa contigo la próxima vez, especialmente si esa persona está enferma, sufriendo o pasando por dificultades. Como decía la Madre Teresa, "Haz hoy algo hermoso para Dios."
Y en la ciudad de la vida y del amor en este mensaje y en la misma situación de las que todos los humanos nos encontramos en la vida hay momentos que se puede desesperar y perder la fe en cada momento de nuestra vida.

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