
Rosario de la Divina Misericordia con porta rosario
Este es el regalo perfecto para todos aquellos que tiene devoción a la Divina... Lea más
$14.95
Compre Ahora
Home | Noticias | La prioridad de la oración

La prioridad de la oración
La Escritura muestra repetidamente que Jesús hacÃa de la oración el factor central de su vida. En el Evangelio según San Marcos leemos que: "De madrugada, cuando todavÃa estaba oscuro, Jesús se levantó y salió de la ciudad para ir a orar a un lugar solitario" (Marcos 1, 35). Lucas dice que, cuando el Señor sanó a un leproso, "la fama de Jesús aumentaba cada vez más, y mucha gente se juntaba para oÃrlo y para que curara sus enfermedades. Pero Jesús se retiraba a orar a lugares donde no habÃa nadie" (Lucas 5, 15-16, énfasis añadido). Jesús hizo oración antes de su bautismo, antes de su transfiguración e incluso antes de su arresto y crucifixión (Lucas 3, 21-22; 9, 28-29; Mateo 26, 36-45).
Todos estos relatos revelan un principio que constituÃa el fundamento de toda la vida de Jesús: la oración era más prioritaria que la acción. No hacia algo para luego orar si habÃa sido una buena idea. Claramente no; primero buscaba la guÃa de Dios y luego actuaba según lo que Su Padre le revelaba. Incluso le presentaba al Padre las acciones buenas, nobles y milagrosas que pensaba realizar, como sanar a los enfermos y expulsar demonios, pero lo hacÃa antes de actuar.
Permanecer en comunión con Dios. ¿Qué es lo primero que haces tú al despertar cada dÃa? ¿Estás entre el 80% de aquellos que revisan sus teléfonos o computadoras antes de hacer cualquier otra cosa, e incluso antes de levantarse? ¿Buscas otras formas de reconectarte con el mundo exterior cada mañana? Tal vez enciendes la televisión o lees el periódico del dÃa apenas te despiertas. Luego, después de esta revisión rápida (o no tan rápida), comienzas el dÃa sintiéndote listo para emprender tus obligaciones y responsabilidades.
Este proceder es común para muchos de nosotros, pero es algo que Jesús no hacÃa. En lugar de "conectarse" con el mundo circundante, deliberadamente se "desconectaba" para entrar en comunión con Su Padre.
A muchos nos agrada mantenernos activos. En este mundo de constante comunicación y actividad, por lo general se espera que asà sea. Se nos anima a emprender proyectos, trabajar más de las tÃpicas ocho horas diarias, y llenar los fines de semana con todo tipo de diversiones y actividades. Se nos enseña a disfrutar de esa sensación de triunfo que experimentamos cuando hemos tenido éxito en algo y seguir tratando de superarnos cada vez más. Por supuesto que mantenerse activo y desarrollar las aptitudes que uno tiene son cosas buenas, y seguramente Jesús se regocijó después de haber curado a varios enfermos; probablemente disfrutó al ver que Sus apóstoles salÃan de dos en dos para anunciar la buena nueva, y sin duda sonrió cuando alguien se arrepintió de sus pecados y se entregó a Dios. Pero todas estas acciones eran fruto de Su relación con el Padre, una relación que Él valoraba por encima de todo lo demás.
"No hago nada por mi cuenta." Bien, pero ¿cómo tomaba Jesús Sus decisiones? ¿Cómo decidÃa hacia dónde enfocar Su energÃa y a qué cosas darle atención? Una vez dijo: "Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta... no trato de hacer mi voluntad sino la voluntad del Padre, que me ha enviado" (Juan 5, 30). Cristo siempre se mantenÃa completamente conectado con Su Padre, para que Sus decisiones correspondieran a la voluntad de Dios.
Para Jesús, "estar conectado" significaba más de lo que significa esa idea para nosotros. En términos humanos, estar conectados puede significar mantener una amistad Ãntima y amorosa, como de marido y mujer, o como de amigos de confianza, que se conocen muy bien y que están dispuestos a recibir consejos el uno del otro; que han aprendido que en una buena amistad se da y se recibe y que ambos se tratan con respeto y consideración.
Para Jesús, estar conectado significaba todo esto y mucho más: también significaba una dependencia total y una humilde sumisión a Su Padre celestial, y nunca dejó que Sus actividades diarias —que eran muy buenas e incluso milagrosas— llegaran a ser más importantes que Su comunión con Dios.
Busca primero el Reino. Si tú debieras escoger un solo versÃculo de la Escritura que sintetizara todo lo que Jesús dijo e hizo, probablemente serÃa "Busquen primero el Reino de Dios" (Mateo 6, 33). Debido a que Cristo tenÃa una comunión perfecta y constante con Su Padre, todo lo que decÃa y hacÃa emanaba de esa comunión. No hacÃa más que la voluntad de su Padre y la hacÃa únicamente de la manera como su Padre querÃa.
Este versÃculo, aparte de captar la docilidad de Jesús ante Su Padre, nos presenta un desafÃo a todos. San Pablo decÃa que todos queremos hacer lo correcto, pero añadÃa que el pecado continúa tratando de dominarnos y terminamos haciendo aquello que no queremos hacer (Romanos 7, 15); es decir, poniendo algo distinto del Reino de Dios como prioridad y eso puede llevarnos a todo tipo de problemas.
Pablo dice esto refiriéndose al pecado, pero nosotros también podemos aplicar este principio de buscar primero el Reino de Dios a las buenas actividades que todos realizamos cada dÃa. Sin duda Pablo estaba perfectamente consciente de la tentación de precipitarse a hacer algo sin antes detenerse unos minutos para pedir la guÃa de Dios, y conocÃa la tentación de decidir uno mismo cuál serÃa la mejor manera de hacerlo; pero, con el tiempo, aprendió a valorar el principio de buscar primero el Reino de Dios —es decir, la voluntad de Dios, la guÃa de Dios y el plan de Dios— antes que el supuesto "reino" que creaba por Su propia voluntad, tal como lo hacemos nosotros.
La escalera de Jacob y tú. Estos son algunos de los puntos que trato de transmitir cada vez que tengo la oportunidad de compartir mi fe. Animo a las personas a orar todos los dÃas. La gracia fluye mucho más libremente cuando oramos, principalmente porque la oración nos abre a recibir la gracia abundante de Dios, y nuestro Padre no es egoÃsta.
Veamos la historia de la escalera de Jacob en la Biblia (Génesis 28, 10-19). En tu mente, imagÃnate que ves a los ángeles ascendiendo y descendiendo por esa escalera, bajando del cielo y subiendo de regreso. Nuestras oraciones ascienden a Dios, y la gracia fluye libremente sobre nosotros, y la gracia nos transforma, porque influye en nuestras acciones, nos permite escoger qué actividades nos conviene llevar a cabo y nos ayuda a mantener la atención de la mente y el corazón fija en el Señor. Incluso nos protege cuando tropezamos con obstáculos y cuando las cosas no resultan como queremos.
Estoy realmente convencido de que, si todos aumentáramos la cantidad y la calidad de nuestra oración, probablemente verÃamos más bendiciones, más milagros y más conversiones, y además nos encontrarÃamos cada vez más cerca de Jesús. Y si nos acercamos más a Cristo en la oración diaria, su gracia nos ayudará a hacer frente a los deberes y responsabilidades del dÃa con más paz, tanto las buenas como las no tan buenas.
Si todos los que están leyendo este artÃculo se comprometieran a dedicar más y mejor tiempo a conectarse con el Señor dÃa tras dÃa, creo que ese tiempo con Dios harÃa derramar torrentes incalculables de gracia sobre este mundo. Asà que, unamos esfuerzos y comprometámonos a dedicar tiempo a orar y tener comunión con Cristo cada dÃa. Es decir, adoptemos la oración, no los quehaceres, como nuestra máxima prioridad, aun cuando tengamos que forzarnos para hacer tiempo. Después de todo, esa fue la forma en que Jesús vivió, ¡y lo que logró fue maravilloso!